jueves, 19 de julio de 2012


Cuando se extravío mi brújula el supo tallarme el norte. Osó tirarle un caño al destino y no hay pena que lo absorte. Se hizo compañero del dolor, lagrimeaba para adentro. Y uso ese mar de bronca y hastío para trapear el pesar ajeno. Y hoy sonríe por saberse diferente y se angustia por no hallarse entre la gente. Pero enseña con los hechos, que no hay techos que soporte su carácter bondadoso: generoso pasaporte al corazón de cualquier hombre. Si le complace mi industria del amor debe saber como se erigió este fuego. Yo gasto el tiempo, de luna a sol, en emularle el corazón a mi viejo.

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