viernes, 19 de agosto de 2011

Traigo leña para que no muera un fuego, que no deje contemplarnos como ciegos; porque nunca se les va a curar la herida, de haber visto como se les iba la vida. No omitamos que esa noche de diciembre, almas púberes en busca de la gloria se encontraban cara a cara con la muerte, a raíz de una vorágine traidora. Que me devuelvan las sonrisas espóntaneas que yo a cambio puedo dar mi escepticismo, que es aquel que ha de surgir en la desgracia de sentirse un ingenuo desprotegido, y que el futuro solo sea lo que viene, y no el karma que a mi pánico entretiene. Por las noches en la cama no estoy solo, pues la culpa es inquilina en mis entrañas, cuando en realidad los dueños de este dolo son políticos de la peor calaña. Que lo escuchen los que creen que en su vida, nunca pagaran los costos que la implican, que se olviden de su intrepida malicia; y que nunca, que nunca se repita. Y que nunca, nunca, nunca, nunca se repita.

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