lunes, 6 de abril de 2009


Ninguno de los dos se movió mientras se contemplaban. Él no había dicho nada, sus músculos parecían paralizados, y por un momento ella se pensó que no la había reconocido. Se sintió súbitamente culpable por aparecer de ese modo, sin avisar, y el sentimiento de culpa dificultó más las cosas. Había pensado que resultaría más sencillo. Pero ni fue así. Las únicas palabras que se le ocurrían parecían inapropiadas, insuficientes. Evocó que habían pasado juntos y, mientras lo miraba, reparó en lo poco que había cambiado desde su último encuentro. Pensó que tenía buen aspecto. La camisa holgada, metida en los viejos vaqueros desteñidos, dejaba entrever los mismos hombros corpulentos que recordaba, un torso que se afilaba progresivamente hacia unas caderas estrechas y un vientre plano. También estaba bronceado, como si hubiera trabajado al sol todo el verano, y aunque su cabello parecía algo más ralo y claro de lo que recordaba, tenía el mismo aspecto que la última vez que lo había visto.Cuando por fin se sintió en condiciones de hablar, respiró hondo y sonrió.
—Hola, Noah. Me alegro de volver a verte

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